Página 12 – Los siete años del Museo Sitio de Memoria ESMA: Un recorrido hecho de consensos y desafíos
En diálogo con Página/12, Gorosito destaca la política pública detrás del Museo y la construcción realizada en conjunto con organismos de derechos humanos, sobrevivientes, militantes y expertos. Sobre esa base, dice, se sustenta hoy la postulación para integrar la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. «La candidatura es del Museo pero en representación de todos los otros sitios y espacios de memoria de nuestro país», asegura.
El consenso fue la piedra basal del Museo Sitio de Memoria ESMA, que se inauguró hace siete años en el Casino de Oficiales de la institución que la Armada convirtió en epicentro de su aporte al terrorismo de Estado de la última dictadura. Y el consenso fue, también, su alimento, el nutriente que posibilitó su persistencia a lo largo del tiempo, su transformación en pieza fundamental de la construcción de memoria sobre los hechos aberrantes que lo tuvieron como escenario y uno de los elementos que sostienen su postulación para integrar la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. En diálogo con Página/12, la flamante directora de la institución, María Marcela «Mayki» Gorosito, repasa ese camino construido en base a acuerdos y evalúa los desafíos que tiene por delante, en una sociedad en la que los discursos negacionistas retoman fuerza.
Gorosito asegura que estos tiempos la encuentran «con mucho para hacer». Ella, quien coordinó el área de cooperación internacional de la candidatura del museo al Patrimonio Mundial de la Unesco, está desde abril pasado al frente de la institución toda, que nació como iniciativa desde el momento en que Néstor Kirchner recuperó el predio de la Escuela de Mecánica de la Armada con el objetivo de transformarlo en un Espacio para la Memoria y para la Promoción y la Defensa de los Derechos Humanos, pero que recién se concretó como Museo Sitio de Memoria el 19 de mayo de 2015. «Es un hermoso desafío», asegura con la mirada dividida entre la historia que antecede al espacio, casi una década de debates e intercambio de ideas entre organismos de derechos humanos, sobrevivientes, militantes y expertos para definir qué hacer en ese lugar que había sido el mismísimo centro clandestino de la Armada, y el futuro.
— ¿Cómo recibe el museo este nuevo aniversario?
— Lo recibe con un acervo muy grande porque durante estos siete años se llevaron adelante muchísimas iniciativas desde diferentes lugares: primero dar continuidad al consenso que supuso que el Museo Sitio de Memoria ESMA existiera y ese consenso hoy se sigue traduciendo en el trabajo junto con el Consejo asesor de organismos de derechos humanos, junto con otras instituciones del predio y también está articulada con los consensos alcanzados para la candidatura a Patrimonio Mundial de la Unesco. Esos consensos son una confirmación no solo al Museo Sitio de Memoria ESMA, sino al resto de los espacios y sitios de memoria en la Argentina que fueron ex centros clandestinos de detención, tortura y exterminio; a una iniciativa que se transformó en política pública. Porque la candidatura es del museo pero en representación de todos los otros sitios y espacios de memoria de nuestro país.
— ¿Cómo se inserta el museo en una realidad atravesada por la circulación cada vez más fuerte de discursos negacionistas?
— El desafío que tenemos por delante es dar continuidad a la función que tiene el museo en el marco de las políticas públicas de memoria, verdad y justicia del Estado argentino: profundizar la transmisión de los contenidos que el museo simboliza y testimonia, que es el terrorismo basado en la desaparición forzada de personas y también el valor del consenso social como medio para lograr justicia. Como una herramienta educativa, pedagógica para el Nunca Más, también. Creo ciertamente que ése es el camino de lucha, el de argumentar contra esos discursos de odio. Lo que el museo muestra a través de su muestra permanente, realizada en base a los testimonios de los y la sobrevivientes a la Justicia, es irrefutable y eso creo que es una respuesta fundamentada, fuerte, consensuada ante los discursos negacionistas que no sólo los vivimos en nuestro país sino en la región y también en el mundo. El consenso está presente en el ADN del museo. Fue eje de su creación y es lo que hace que la institución esté por encima de cualquier discusión política. Ése es el sentido en el que hay que pensarlo y y seguir trabajándolo.
— La institución acumula más tiempo de debate para decidir qué y cómo ser sitio de memoria que de existencia concreta como museo. A lo largo de todo este tiempo, la participación de los y las sobrevivientes en la construcción de la memoria ha crecido, se ha fortalecido. ¿A qué se debió ese crecimiento?
— Creo que si no están los mecanismos para el diálogo y para la participación, nada de eso puede suceder. La participación de los y las sobrevivientes en la cotidianidad del Museo creció porque se abrieron mecanismos para que eso sucediera y hubo voluntad de ambas partes. Es muy complejo para los y las sobrevivientes acercarse. Y cada historia es una historia particular. Hubo voluntad, escucha de ambos lados, respeto, comprensión y valoraración por el rol fundamental que ellos y ellas tienen en lo que hacemos nosotros, día a día, como trabajadores, como responsables de las gestiones del Museo.
— ¿Qué aporta el museo al proceso de Memoria, Verdad y Justicia?
— Aporta el plus pedagógico, como herramienta educativa para repasar este capítulo de la historia argentina. Aporta mayor visibilización a lo que sucedió en el centro clandestino, y a lo que se logró como sociedad y Estado argentino en el tratamiento de los hechos que allí tuvieron lugar. Aporta un espacio de reflexión, de debate de los nuevos temas de la agenda de los derechos humanos, un espacio de participación en el sentido de que es una institución pensada para la comunidad toda, para la construcción de ciudadanía, con los organismos y con los y las sobrevivientes, algo que lo caracteriza como institución, un rasgo muy particular de este museo. Y en este sentido, afrontamos el desafío como institución de nunca perder de vista que siempre nos tenemos que estar revisando en función del contexto. El desafío de la revisión permanente en relación a las políticas públicas, de la pertenencia institucional como parte de la Secretaria de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y también en relación a los debates que se dan en la sociedad. Las muestras Ser Mujeres en la ESMA, en sus versiones 1 y 2, son un ejemplo concreto de nuestro estar constantemente evaluando y reflexionando sobre el contexto en el que desarrollamos nuestra tarea para incorporar los temas de la agenda contemporánea vinculados con los objetivos del museo.
— ¿Cómo se encastra allí la candidatura al Patrimonio Mundial de la Unesco? ¿Qué suma a la función del museo y cuál es la importancia de que finalmente se concrete?
— Aporta la posibilidad de profundizar lo que ya el museo venía realizando desde su creación, que es tener diálogo y estar abierto al intercambio con la mayor cantidad de sectores sociales para dar visibilidad a lo que el espacio simboliza y testimonia. Y conservar el lugar donde los hechos sucedieron. Lo que hace la candidatura es permitir ampliar ese horizonte de visibilidad. Porque cuando se construyó la candidatura no solo se elaboró un expediente de nominación, que es un trabajo muy riguroso e interdisciplinario para llegar a ese documento, sino que también se pensó como una posibilidad de que muchos sectores sociales, artísticos, académicos, políticos, diplomáticos, sindicales conocieran el Museo Sitio Memoria, su importancia para nuestro país no solo a nivel nacional, sino también a nivel regional e internacional. Y por otro lado, respecto a la conservación del lugar, le permite a la institución definir y actuar con mayor precisión en todos los estándares vinculados a la preservación del bien patrimonial.
— ¿En qué estado está la candidatura?
— Estamos en un momento crucial de la candidatura porque el expediente fue aprobado técnicamente ante la Unesco y esa aprobación supone que recibiremos la inspección en la que deberemos dar cuenta de que nosotros somos la institución que decimos ser en ese expediente de nominación y que todos los trabajadores y trabajadoras, tanto del museo como del predio como de los organismos, la conozcan al detalle y y puedan dar cuenta de la importancia que tiene para nuestro país y para la región que el Museo Sitio de Memoria ESMA sea conservado y pueda seguir desarrollando sus funciones como parte de un proyecto del Estado argentino, no de un sector político. Y también es un momento crucial de la candidatura porque en el Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco están terminando las discusiones sobre el ingreso de bienes patrimoniales vinculados con memorias traumáticas de la historia reciente, una discusión que comenzó con muchas complicaciones para nuevos ingresos, pero en la que se han alcanzado consensos importantes que nos permiten evaluar grandes posibilidades para que podamos obtener un resultado favorable en junio de 2023 –que es cuando Unesco tomará una decisión sobre el museo–. Y ahí tengo que destacar el trabajo en conjunto que hacemos con otros ministerios, como el de Educación y el de Relaciones Exteriores, por las funciones que tienen a cargo en la Comisión Argentina de Cooperación con la Unesco.
— Más allá de la definición de Unesco, ¿cómo se imagina el futuro del museo?
— Me imagino un museo con muchos visitantes. Y creo en ese sentido que la candidatura va a ampliar la cantidad de ciudadanos y ciudadanas que nos visiten. Me imagino un Museo lleno de diálogos, que en la actualidad existen, pero los veo ampliados, profundizados de la mano del Consejo Asesor, con los y las sobrevivientes, con la comunidad, una institución más cercana al barrio. Me imagino un museo también incorporado en debates más amplios que los que ocupan lo que nosotros testimoniamos y simbolizamos, y me imagino también un museo con otras muestras temporarias que puedan itinerar por todo el país y por el exterior. Un museo que sea también parte de la estrategia de cooperación y de la cooperación internacional que ofrece nuestro país a través de la Cancillería en materia de derechos humanos. Un museo con trabajadores y trabajadoras que sigan estando orgullosos y comprometidos con el trabajo que hacen cada día, cosa que también es un desafío.