Un golpe a la ciencia
En los años ‘70, la CNEA era la central de energía nuclear más prestigiosa de América Latina. Sus científicos bregaban por la independencia nuclear como un aspecto de la soberanía tecnológica. En su seno participaban asociaciones de técnicos y de profesionales, sindicatos y diferentes movimientos políticos.
Durante la última dictadura cívico-militar 21 trabajadores de la CNEA fueron desaparecidos y otros 11, secuestrados y luego liberados. 107 fueron despedidos, 120 cesanteados y otros 370 se vieron obligados a renunciar. Jorge Luis Badillo, Daniel Lázaro Rus, Mabel Graciela Barroca y Gerardo Strejilevich, estuvieron secuestrados en la ESMA y permanecen desaparecidos.
De la misma participaron casi 200 visitantes, entre los cuales estuvieron presentes los y las sobrevivientes Carlos Muñoz, Alfredo “Mantecol” Ayala, Laura Reboratti, Adriana Suzal y Leonardo Fermín Martínez. También participaron Vera Jarach y María Adela Antokoletz, Madres de Plaza de Mayo; Santiago Badillo, hijo de Jorge Luis Badillo; Roberto Salvarezza, diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires y ex presidente del CONICET; Darío Barón, director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Concepción del Uruguay, e integrantes del Centro de Asistencia a Víctimas de Violaciones de Derechos Humanos “Dr. Fernando Ulloa”.
La actividad comenzó en el Salón Dorado del edificio del ex casino de oficiales. Alejandra Naftal, directora ejecutiva del Museo Sitio de Memoria ESMA, dio la bienvenida a los presentes y habló sobre el tema que convocó a esta visita: “Hoy atravesamos una experiencia para poder reflexionar sobre la soberanía de nuestros recursos, nuestra ciencia y nuestra tecnología. Porque siempre decimos que este es un espacio para poder pensar de manera colectiva sobre lo que ocurrió y sobre lo que nos ocurre”.
Luego, Diego Hurtado de Mendoza afirmó: “Este período que estamos analizando es muy complejo. Voy a poner un ejemplo muy puntual, pero que es muy recurrente en las más de 50 entrevistas que hice: un ingeniero electrónico de 33 años, Roberto Ardito, desaparece en octubre de 1976. Él trabajaba en el grupo del acelerador de partículas que hoy se ve cuando pasamos por Av Constituyentes y Gral Paz. Un instrumento que fue muy costoso para la Argentina. Nos cuentan algunos físicos que trabajaban en ese momento, que vivían esos días como anestesiados. Un día Ardito dejó de ir a trabajar y circulaba de manera extra oficial que lo habían ido a buscar a su casa, que se lo habían llevado a él, a su esposa y a su hermana. Y estoscientíficos me cuentan que seguían trabajando y tardaron meses en entender que Ardito no iba a volver. Por eso resalto este concepto de seguir como anestesiados. Tenían la idea de que la dictadura se iba a terminar pronto y que esas inversiones las iba a heredar finalmente la democracia. Este grupo se termina organizando, se pone en contacto con la familia, lleva adelante reuniones clandestinas y trata de asimilar la desaparición de un compañero. En esos días de trabajo se hablaba poco, no se decían lo que se querían decir, porque era una manera de sobrellevarlo. Muchos años después van a poder reconstruir las experiencias” .
Del mismo modo, Mario Wainfeld, se refirió a la tarea de contar esta visita: “Estoy conmovido, sacudido por lo que estoy viendo, por lo que he hablado. La gran función del que cuenta es comprender, abarcar y entender todo lo que vamos a ver hoy. Porque estamos hablando de abismos”.
Asimismo, Manuel Rojas, contó que cuando estudiaba en la UBA con Gerardo Strejilevich, él lo llamó para decirle que lo estaban yendo a buscar a la casa: “Me pidió venir a mi casa y le dije que sí. A partir de ahí arrancó esta historia. Después, estando los dos secuestrados en el ex centro clandestino de detención Club Atlético alcancé a vislumbrar que éramos tres. Estaba también la novia de Gerardo, Graciela Barroca. Estando allí, me sacaron a algún lugar mucho más fresco, cerca de la calle. Escuché la voz de Nora. Esa fue la voz que alcancé a distinguir y eso me hizo ser consciente de que en realidad éramos cuatro”.
Finalmente, Sara Rus relató cómo era su hijo Daniel Rus: “Daniel era un físico nuclear. Toda su vida soñó con ser un físico. Siendo un nene de 12 años, hacía dibujos de átomos. Nosotros no entendíamos nada de eso. Entró a la Comisión Nacional de Energía Atómica y sintió una felicidad enorme. Siempre nos decía: ‘cuando mi país me necesite, yo siempre voy a estar presente’”.
Una vez iniciada la recorrida por la puesta museográfica, ya en el sótano, Rojas afirmó: “Me llamó la atención en los interrogatorios el uso del lenguaje de las personas que interrogaban. Yo en esa época estaba en una agrupación estudiantil y me encontré con la sorpresa de que nuestra jerga era usada por los interrogadores”.
De igual forma, Hurtado de Mendoza se refirió a cómo se llevaron adelante los secuestro de científicos durante la última dictadura militar: “Hubo un grupo de 8 o 9 ingenieros y físicos que fueron llevados secuestrados al Buque Bahía Aguirre en donde estuvieron alrededor de 60 días. Mientras estaban en cautiverio y eran torturados, tenían que seguir trabajando en el desarrollo de la tecnología del reprocesamiento de plutonio”.
Por su parte, Wainfeld afirmó: “A veces, observando tanta brutalidad, tanta crueldad, tal vez derrapemos en pensar que existía un mal irracional, personalidades enfermizas, seres perversos. Porque si algo caracterizó al terrorismo de Estado y a la dictadura cívico militar fue una racionalidad profunda que abarcaba desde objetivos económicos hasta la propia traza de los campos de exterminio”.
Del mismo modo, Alberto Gauna, científico y ex trabajador de la CNEA contó que “a partir del 25 de marzo del 76, un grupo del Ejército encabezado por el entonces coronel Argüello, nos amenazó de muerte” y agregó: “Yo estuve en el grupo de reprocesamiento de plutonio. Con nuestros jefes compartíamos la ideología de buscar líneas de tecnología nacional para que el país tuviera independencia en el campo energético. Militábamos y eso fue lo que nos enardeció”.
Posteriormente, Sara Rus repasó una anécdota donde en un colegio un estudiante le preguntó si en caso de encontrarse con Videla, hubiera tenido ganas de matarlo. Y recordó que ella le contestó: “No soy asesina. No puedo matar a una persona, pero te aseguro que él tiene que pagar la culpa, sufrir las consecuencias que nos hizo sufrir. No tengo odio, tampoco venganza. Porque eso sería matarse a uno mismo. Yo vivo libre y trato de dar a los jóvenes ganas de vivir. Porque cuando uno no sabe aprovechar la vida, da lástima”.
Invitados:
Sara Rus, madre de Plaza de Mayo y sobreviviente de Auschwitz. Su hijo Daniel Rus fue secuestrado por el grupo de tareas de la ESMA.
Manuel Rojas, proyectista. Estudiaba física junto a su amigo Gerardo Strejilevich en la UBA. Ambos fueron detenidos en el centro clandestino El Atlético. Gerardo luego fue traído a la ESMA.
Diego Hurtado de Mendoza, Profesor en historia de la ciencia en UNSAM y ex presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear.
Cronista: Mario Wainfeld, escritor y periodista.