El sábado 28 de noviembre se llevó a cabo el tradicional encuentro mensual del Museo Sitio de Memoria ESMA, el último del año, que tuvo como temática el caso de «Daniel Antokoletz. Abogar en tiempos difíciles. El derecho como resistencia». Un encuentro para recordar la figura del abogado desaparecido en la ESMA, pero también para reflexionar acerca del ejercicio del derecho en nuestro país, tanto en el pasado como en la actualidad.
En esta oportunidad la actividad contó con palabras de bienvenida y presentación de la directora del Museo Sitio de Memoria ESMA, Alejandra Naftal.
Las/los invitados fueron: Adela Antokoletz, hermana de Daniel. Docente y miembro de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora; Liliana Andrés, esposa de Daniel, abogada, sobreviviente de la ESMA; Andrea Pochak, abogada. Subsecretaria de Protección de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación; Eduardo Barcesat, abogado constitucionalista. Defensor de presos políticos; Eduardo Tavani, abogado, politólogo. Vicepresidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. La cronista en esta fue la periodista Irina Hauser.
La visita tuvo un comienzo particular, porque antes de la presentación de las y los invitados se proyectaron videos en homenaje a Victor Basterra y Sara Solarz de Osatinsky, ambos emblemáticos sobrevivientes y testimoniantes del centro clandestino, fallecidos/as recientemente.
Luego Alejandra Naftal dio la bienvenida al encuentro y se mostró emocionada: «Acá estamos, conmovidos/as por compartir este espacio con todos y todas. Hoy compartimos dos videos en homenaje a Victor Basterra y Sara Solarz, una vida de dar testimonio. Ellos dos con sus testimonios fueron fundamentales para llevar adelante los juicios de lesa humanidad que se llevan a cabo en nuestro país».
Y posteriormente se refirió al motivo de La Visita: «Hoy nos reúne el homenaje a Daniel Antokoletz, reflexionar sobre abogar en tiempos difíciles, el derecho a la resistencia y por qué no, la resistencia como un derecho. Vamos a pensar su vida antes del secuestro. Reflexionar sobre lo que ocurrió y sobre lo que ocurre en el ámbito del derecho, sobre el rol de los abogados y abogadas, tanto en dictadura como en tiempo presente».
A continuación se presentó un video semblanza sobre Daniel Antokoletz, a lo que Alejandra agregó: «Daniel fue un abogado prestigioso, un profesor importante. Siempre decimos que en cada visita de las cinco cuando homenajeamos a un compañero/a homenajeamos a los 30mil». Y le dio la palabra a Adela Antokoletz.
Para comenzar Adela se refirió a Víctor Basterra y Sara Solarz de Osatinsky: «Cómo no sentir que ese coraje y el mostrarlo a nosotros, es también un hondo homenaje a Daniel y a los abogados/as que se jugaban la vida como él». Luego continuó relatando pequeñas anécdotas en referencia al modo de ser de Daniel y su compromiso con los derechos humanos. «Yo creo que Daniel siempre siguió siendo marxista, junto con su sincero acercamiento al movimiento peronista. Y creo que él utilizó esos medios para hacer que uno fuera comprendiendo mejor el mundo en el que vivíamos».
Para concluir, agregó: «Daniel era una persona entrañable, una persona que tenia derecho a seguir viviendo. Me da pena que mi familia no haya podido ver los juicios, y el alto grado de reparación que estamos teniendo».
Luego fue el turno de Liliana Andrés, quien relató que se conocieron con Daniel en la Universidad de Belgrano en 1970 siendo ella su alumna: «Como profesor se notaba por su impronta que era distinto, nada acartonado. Nos hacía dudar de las cosas, leer entre líneas. Muy macanudo como profesor y muy amigo de sus alumnos. Al año siguiente formamos pareja.
Luego habló sobre el trabajo de Antokoletz, como abogado de presos políticos, y las situaciones que les tocó atravesar a partir de su gran compromiso con las causas que defendía: «En el 72 recuerdo que empezó como defensor de presos políticos y todo se empezó a poner cada vez más difícil. En Mar del Plata fue amenazado, de donde se tuvo que ir, y recaló en La Rioja. Ahí fue acometido por los familiares de un argentino que vivía en Chile desde hacía años y que estaba detenido. Viajó en dos oportunidades, en una época tremenda en Chile, y después de todas las gestiones que hizo pudo lograr que retorne a la Argentina, no sólo él, sino también otros argentinos que estaban en la misma situación. Habiendo estado amenazado no dejaba de viajar a las distintas cárceles del país. Yo lo acompañé siempre a Daniel, y oficiaba un poco como su secretaria. Fue un momento de mucho compromiso, una época muy politizada, reaccionamos a algo que podía ser nuevo realmente, soñábamos con otras cosas».
Para cerrar su exposición, y en referencia a la articulación del pasado con el presente, Liliana dijo: «Yo ahora a Daniel lo vería con todas estas ideas que están movilizando las nuevas generaciones, la lucha de los pueblos indigenas, contra las nuevas minerías, contra los agro-negocios, contra la violencia institucional y también con la causa feminista. Él, así aggiornado como era, hubiera estado muy interesado en esto».
Después de Liliana fue Eduardo Tavani el que tomó la palabra, para hablar de la generación de la que tanto él como Daniel fueron parte, como jóvenes comprometidos y como abogados decididos a hacer del derecho una actividad en favor del pueblo y no de los poderosos: «Durante la dictadura, la vida de la mayoría de los jóvenes estaba atravesada por hechos importantes. Nuestra generación, fue testigo y partícipe de enormes acontecimientos. conclusiones políticas, culturales y sociales. Esa generación lo hizo a pura pasión, con gran generosidad, y por eso fue como ninguna otra. La revolución nos esperaba a la vuelta de la esquina, y cómo no ir por ella. Los movimientos libertarios animaban estrepitosamente nuestro espíritus. Esa generación asumió su tiempo sin beneficio de inventario. Se organizó, resistió, se radicalizó y no paró, ni siquiera, ante el estado terrorista, que ocupó toda la escena y desató la peor barbarie de la que tengamos memoria».
Y continuó: «Esas generaciones también incluían abogados y abogadas. Todos/as ellos/as, pudieron poner sus diferencias entre paréntesis. Venían de distintas extracciones, pero eran conscientes de que esa decisión ayudaría a desterrar a una abogacía presuntuosa, aparentemente neutral de raíz conservadora que habitaba las aulas, y los tribunales. Por eso era importante que pudieran desembarcar en la universidad. Esa Universidad de Buenos Aires que fue rebautizada como la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires, para que ingresara el pueblo. Con Daniel aprendí que hay cosas que no se negocian, que el derecho también es el derecho a la resistencia, que cuando no hay justicia todo lo que hay es quimera, que la neutralidad en el derecho es estar del lado del opresor. Que la justicia ha sido y es clasista y selectiva y esperamos que alguna vez eso pueda ser cambiado».
Para concluir reflexionó acerca de la actualidad: «En tiempos de guerras jurídicas, de noticias falsas y detenciones arbitrarias, de presos y presas políticas, estos compañeros, no tengo dudas dónde estarían parados, y ojalá a nosotros nada nos distraiga para cumplir aquel empeño que nos enseñaron y por el que que hemos tratado de vivir dentro de este oficio».
Por su parte, Eduardo Barcesat habló sobre su relación con Daniel, y sus motivaciones como jurista: «Nos conocimos con Daniel a través de Eduardo Luis Duhalde y nos encontramos redactando la declaración sobre el Derecho a la Independencia Económica. Ahí se sentaron las bases para lo que al año siguiente sería el nacimiento de la Asociación Americana de Juristas».
También se refirió a su compromiso con las causas de detenciones y desapariciones forzadas: «Generalmente venía él a mi estudio y ahí me deslumbró. Antes de ir a la justicia él planteaba el hábeas corpus en sede administrativa. Yo no lo hice ni lo ensayé, pero sí coincidimos en una cosa: sabíamos que luchábamos contra un imposible: que se supiera tanto la situación de los detenidos sin fecha, como la de los detenidos desaparecidos, que era la hipótesis más trágica. Una vez coincidimos en la sala de periodistas de Tribunales y José Cubas, el decano de los periodistas judiciales, de buena fe nos pregunta por qué hacíamos esto si sabíamos que no iba a pasar nada. Saltó Daniel y le dijo: ´porque esto es lo que hay que hacer. Es el derecho. Lo que está mal es no hacerlo´».
Barcesat también habló de su forma de ser y recordó a la madre de Daniel, Adela Gard Pérez de Antokoletz, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo: «De Daniel recuerdo su simpatía, su forma de vincularse, la pedagogía que tenía para las clases. Hacíamos intercambios, él venía al curso nuestro, yo iba al curso de él y hacíamos un poquito de teatro, peleábamos un poco y esto despertaba en los alumnos una vivacidad y una participación en las clases realmente muy emotiva.
La desgracia de su desaparición forzada motivó a que conociera a su madre y a su hermana. Pero Adela Gard también me dejó una impresión tremenda, sobre todo cuando en 1981 en uno de los coloquios de París sobre desaparición forzada de personas, con ese señorío y maestría que tenía, dirigió la palabra al público que se levantó y la ovacionó», concluyó.
Andrea Pochak, habló sobre de la justicia de nuestro país y su utilización como instrumento de las clases dominantes: «La historia argentina demuestra el rol que desempeñaron los abogados y abogadas en defensa de los más necesitados y de los débiles. Pero, por otro lado, la historia argentina y diría también la actual, demuestra que el derecho en nuestro país ha sido tradicionalmente un espacio de presión de las clases dominantes. El derecho era y sigue siendo considerado como una herramienta para mantener el status quo. Una herramienta al servicio de las elites políticas y económicas. Por eso no fue un error que la dictadura cívico militar en nuestro país haya contado con el aval explícito o implícito del poder judicial de entonces».
Además hizo mención a la situación actual del poder judicial en Argentina: «El lawfare, la judicialización de la política, el uso de la figura del arrepentido, la prisión preventiva como regla para extorsionar y perseguir a opositores políticos. Por eso tampoco es casual las fuertes resistencias actuales a cualquier intento de reforma judicial en nuestro país». Para concluir agregó: «Sin embargo, somos muchos y muchas quienes aprendimos de los luchadores, de los corajudos como Daniel Antokoletz. Somos muchos los abogados y abogadas que aprendimos que tenemos que tener la ductilidad para elegir las mejores tácticas en cada momento, sin renunciar nunca a la firmeza de los principios».
Finalmente la cronista del encuentro, Irina Hauser, dio su impresión acerca de la figura de Daniel y habló sobre la militancia en la profesión como un compromiso y una herramienta para combatir el mal uso de la justicia y del periodismo: «Daniel Antokoletz era un ideólogo y por eso seguramente fue perseguido. Un ideólogo como lo fueron muchos y muchas abogadas y abogados que abonaron a la arquitectura de la conformación del movimiento de derechos humanos. Pensaba en la idea que rechaza emparentar el ejercicio de la abogacía con la idea de militancia. Estamos hablando de abogados y abogadas que fueron defensores de presos políticos y que militaron. También nos pasa a los periodistas, esta idea peyorativa de el periodista militante. Qué mejor que tener ideas propias, ser un ideólogo como lo era Daniel».
A modo de cierre del encuentro, realizó una propuesta: «Desde mi humilde lugar propongo que no tengamos miedo a esa idea de militancia. Tenemos este gran ejemplo, este legado de tantas abogadas y abogados haciéndose cargo de su ideas y su militancia y en un contexto tan complejo. Hay situaciones que enfrentar y donde defender nuevos presos políticos, donde desafiar las construcciones y los vericuetos que ha encontrado el derecho para ejercer mal la persecución, como ha sido el lawfare. Desde la tarea de los periodistas, nos toca desarmar ese mundo que se va conformando y que intenta a veces hacernos creer las fake news, detrás de lo cual hay un gran aparato de poder que intenta dominarnos».