El sábado 25 de julio fue la fecha pactada para un nuevo encuentro virtual a través de la, ya tradicional, Visita de las Cinco que organiza el último sábado de cada mes, el Museo Sitio de Memoria ESMA. Esta vez, con la particularidad de ser un encuentro transnacional, facilitado por la virtualidad, tan característica de esta nueva era pandémica, que permitió invisibilizar las fronteras y unir a Argentina, España y Reino Unido, en un pequeño cuadro de pantalla en las casas cada uno de las y los más de 500 espectadores, que siguieron la visita en las redes, participando a través de comentarios, saludos y preguntas. Una vez más, la distancia y la cuarentena no fueron impedimento para que las emociones y los afectos se hagan presentes en el encuentro.
La directora del Museo Sitio de Memoria ESMA, Alejandra Naftal, fue la primera en tomar la palabra dar la bienvenida, tanto a los y las invitadas: Lola Berthet, Raúl Quirós Molina (España), Emilio Silva (España), Mariana Tello, Ana Mesutti (residiendo en España), Daniel Rafecas y María Delgado (Reino Unido); como a la co-anfitriona del evento, Cecilia Sosa, investigadora del proyecto Staging Difficult Pasts, en el Reino Unido.
“El Museo Sitio de Memoria ESMA es una institución que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y del Ministerio de Justicia, lo que implica y demuestra que para el Gobierno argentino y para el Estado nacional las políticas públicas de derechos humanos y de memoria, son materia permanente en la búsqueda de memoria, verdad y justicia”, explicó Alejandra Naftal, y se refirió además al proceso de creación e inauguración del Museo Sitio de Memoria ESMA.
Cecilia Sosa, por su parte, también dio la bienvenida a las y los invitados, y explicó brevemente de qué se trata el proyecto Staging Difficult Pasts, del cual forma parte junto a otros profesionales como María Delgado, también invitada al panel de la Visita.
“Este proyecto lo que intenta es brindar una mirada transnacional, a las maneras en las que el teatro contemporáneo y los sitios de memoria presentan los pasados conflictivos. Esta Visita de las Cinco continúa una visita que realizamos el año pasado, en noviembre, con un artista polaco, Wojtek Ziemilski, en la que surgió una pequeña alianza estratégica. Y en relación a esta visita en particular, tiene su origen en la obra documental de Raúl Quirós Molina, “El pan y la sal”. Con María Delgado conversamos hace un tiempo, cuando ella vio esta obra por primera vez, lo mucho que resonaban los testimonios de las víctimas del franquismo, con los testimonios de la víctimas del terrorismo de estado en Argentina. Este proyecto se iba a hacer en abril de este año, en el predio, pero como no se pudo hablamos con otros colegas para ver cómo podíamos hacerla de manera virtual. La situación pandémica nos cambió todo, pero también nos brindó nuevas oportunidades”.
Luego de eso Cecilia presentó un ensayo cinematográfico realizado por Alejo Moguillansky, que incluye fragmentos de la obra teatral «El pan y la sal» (Raúl Quirós, 2015), basada en la transcripción literal del juicio contra Baltasar Garzón en 2012; en diálogo con testimonios de sobrevivientes del terrorismo de Estado brindados en la causa ESMA. La lectura fue realizada por actores y las actrices de Argentina: Eugenia Alonso, Ana María Castel y Mauricio Minetti, y la dirección a cargo del dramaturgo Rubén Szuchmacher.
Antes de darle a palabra a Lola Berthet, actriz y directora del Centro Cultural Haroldo Conti, Alejandra Naftal agregó: “Estamos acá conmovidos/as de escuchar estos testimonios. Los testimonios nos inspiran para alcanzar la justicia”.
Agradecida de poder ser parte del evento, Lola Berthet habló de la importancia del arte en el trabajo de construcción de memoria: “Acabamos de ver esta obra, que construye desde un papel judicial, desde un testimonio. Han logrado poder crear un mensaje para seguir construyendo la identidad de nuestros países. Esta obra nos interpela, porque el arte y la memoria construyen desde ese lugar, tienen que construir desde ese lugar, y estamos comprometidos eternamente para que eso suceda. Muchas veces cuando la justicia no está presente el papel de la cultura es primordial para pedir memoria, verdad y justicia, para acompañar a los organismos de derechos humanos, para preguntar, reflexionar, e interpelar a la gente. Es muy importante esta posibilidad de que el arte siempre esté un paso más adelante, para poder darle voz a un montón de problemáticas sociales que en otros espacios no la tienen”.
Luego fue el turno de Raúl Quirós Molina, autor de “El pan y la sal”, quien se mostró agradecido por la referencia a su obra y contó cómo fue el proceso de creación de la misma: Es un honor estar acá hablando del `El pan y la sal´. La verdad que me hacen sentir muy humilde todas esas palabras que dedican a la obra” y agregó: “`El pan y la sal´ surge de un fracaso. Yo trabajaba en Londres en un pequeño teatro argentino donde montaron obras de `Teatro por la identidad´, y después de ver esas producciones me preguntaba por qué no existía esto en España. Investigando me di cuenta de que la historia que yo creía, no era lo que había pasado, en España hemos vivido engañados, porque la historia que se enseña nunca muestra la etapa franquista. No hay conciencia política de que lo que ha ocurrido es un proceso genocida. Se sigue creyendo que ha sido una guerra, una batalla entre hermanos. Yo quise montar un teatro por la memoria y empecé a escribir obras de teatro que tenían que ver con todo aquello que estaba leyendo: la desaparición de bebés, las torturas políticas, asesinato político, pero las sinergias no son las mismas en España que las que pueda haber en Argentina para montar un teatro por la identidad. Investigando encontré los videos del juicio, y una cosa que ocurre en el juicio, es que las víctimas interrogadas fueron las acusadas, y en ese ataque lo que se busca es desviar la atención del genocidio a la guerra entre hermanos. Yo no quería eludir ese debate, yo no quería hacer ficción. Quería entender cómo funciona la memoria hoy día, y mostrar qué significaban para nosotros las historias que nos contaban nuestros abuelos. Esa obra un poco intentaba esto. Pero sigo pensando que es un fracaso, porque mi intención con esta obra era que cualquiera pudiera escribir o dirigir la suya, que fuera para todo el mundo. Pero es una alegría saber que la memoria sigue viva, porque desde la memoria viva seguimos montando obras, obras como Antígona, que se sigue montando y sigue hablando del derecho a enterrar los muertos”.
Raúl Quirós Molina fue el encargado de presentar a Emilio Silva, al que describió como “Una persona muy importante en la memoria histórica de España, fundador de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica. Una de las personas que mejor trabajo ha hecho por recuperar la dignidad de las víctimas y de todas aquellas personas que han tenido que sufrir las consecuencias de este genocidio”
“Gracias por la invitación y por tener la posibilidad de hablar. Muchas cosas están mucho más cerca, en un bucle casi temporal de exilios y migraciones, a lo largo del tiempo, que yo creo que tienen mucho que ver con lo que ha ocurrido en España. Yo conocí a Carlos Slepoy, y a Carlos Castresana que trabajaron en los juicios desde aquí (España) hacia allí (Argentina) en el año 1997. Por eso cuando yo encuentro la fosa de mi abuelo, tengo una arquitectura mental de lo que se había hecho en esos juicios. Es una experiencia un poco tramposa, entre comillas, porque el estado español, desde los años 70, se ha ocupado de escenificar fuera del país, que no había ningún problema adentro con la memoria. Nunca había hecho un trabajo interno, en suelo español, con las víctimas. Ningún presidente de los últimos cuarenta años, desde la muerte del dictador, lo ha hecho. Ha sido de alguna manera, una estrategia de marketing. Por eso nos pusimos a pensar qué pasaría si la metrópoli, que le ha dicho a otros países lo que debían hacer, cómo admitiría que de otros países llegara la orden de investigar sus crímenes. La lucha aquí es muy difícil, La lucha aquí es muy difícil. Constantemente nosotros tenemos que pelear con palos en la rueda que nos ponen todos los poderes. Ojalá nosotros alguna vez tengamos un espacio similar (al museo) que visitar y enseñar lo que fue la dictadura aquí en España.
Emilio dio paso a Mariana Tello, actual presidenta del Archivo Nacional de la Memoria, quien se mostró agradecida por la invitación y agregó: “Y agradecida a la vida que me deja siempre metida dentro de este bucle, en el cual me termino reencontrando todo el tiempo con gente con gente querida y en los mismo lugares, en la lucha siempre. Encantada de poder participar aún en la pandemia, separados, pero juntos”; y dio paso a su exposición, en la que se refirió al papel del testimonio, en los proceso de memoria, verdad y justicia.
“El testimonio a veces pasa desapercibido, y detrás de esos testimonios están las personas que los dan. Y yo quiero destacar la tenacidad que dan estos dos países en insistir en este relato que después se convierte en testimonio. En los dos casos el testimonio tiene una potencia especial, como resistencia, como acto político, es un decir incansable por parte de las víctimas. En los dos casos la desaparición tiene características distintas, porque en España se sabe dónde están, pero es una crueldad suplementaria saber y no poder enterrarlos como es debido. No solamente se les quita a las comunidades el derecho a sepultarlos, se los condena al olvido, a un silencio obligado. Más que nada, en esos lugares y en esos períodos donde se ha condenado a las víctimas al olvido y al silencio, el testimonio tiene un valor importantísimo. El testimonio es un acto tan transformador que se convierte en sí mismo en un acto de justicia».
Y agregó: «En un país, donde los muertos no descansan, los vivos tampoco pueden descansar. y esa es la forma de seguir teniendo una herida que no deja vivir en comunidad. Pasados todos estos años, todos esos testimonios que fueron granitos de arena que se encuentran en archivos, como el que hoy me toca gestionar como política de Estado. Me siento muy orgullosa y muy responsable de guardar esas palabras, porque esas son las huellas que en el futuro palabras van a ser las que en el futuro van a hacer vivir también estos procesos”.
Mariana fue la encargada también de presentar a Ana Mesutti, abogada en la querella argentina contra el franquismo, quien comenzó leyendo una frase: “´El futuro va a ser contagioso y sus señorías lo saben. Mañana otros tribunales del mundo pondrán en práctica estos principios. Que los genocidas se sientan acorralados, que la humanidad quede liberada de este flagelo, que se respire mejor en el mundo’. Estas son las palabras de Carlos Slepoy ante la sala en lo penal de la Audiencia Nacional de Madrid en 1998″.
Y continuó diciendo: «El problema que se nos ha planteado es que nosotros vimos como un faro a la justicia española cuando se trataba de los juicios de crímenes internacionales, del caso de Guatemala, del caso de Argentina donde no había ningún problema en aplicar la concepción amplia de jurisdicción universal. Cuando vemos lo que sucede en el momento en que el juez Garzón intenta ocuparse de las víctimas del franquismo, eso motivó al grupo de abogados que inicialmente decidimos presentar la querella ante los tribunales argentinos».
«El cambio que significó la introducción del derecho internacional, hace temblar a los derechos nacionales. Es el mundo el que tiene que resolver los juicios de Nuremberg. Esos crímenes de lesa humanidad hacen estallar, decía Hannah Arendt, los límites del derecho penal nacional. No nos encontramos ante crímenes comunes, aislados. Estamos enfrentados a un nuevo fenómeno. No podemos permitir que un Estado de derecho quede de brazos cruzados”,
Para concluir dijo: “La querella argentina seguirá adelante. Esperemos que los escollos que nos pone el derecho dogmático pueda ir cayendo y así también los muros de la impunidad”.
Por su parte el juez federal en causas de lesa humanidad, Daniel Rafecas habló acerca cómo fue la evolución de los procesos de memoria, verdad, justicia en nuestro país: “En la Argentina se produjo un cierre después del juicio a las juntas militares, que fue la sanción de dos leyes: las de obediencia debida y punto final. A partir de ese momento se abrió también un espacio de olvido y de impunidad muy fuerte, en el cual prácticamente todas las elites de mi país estaban embarcadas. Tuvimos 17 años de impunidad en Argentina. Durante 2 décadas el establishment eligió y construyó un formidable dique de contención de los reclamos ciudadanos».
«Las consignas eran las mismas que seguramente se escuchan en España. ‘Hay que dar vuelta la página’, ‘hay que mirar hacia adelante’, ‘para qué vamos a revolver el pasado’, que también se escuchaban durante los años 50 y 60 en la Alemania de la posguerra. Porque formaba parte de una política de Estado de olvido y de impunidad. Difícil es que podamos construir una democracia en serio si no llevamos justicia, verdad y reparación respecto de los crímenes más graves que se pueden concebir, como fusilamientos masivos, secuestros de niños, violaciones, actos de tortura. En Argentina tenemos una política de Estado desde hace 15 años en la cual estamos cada vez consolidando más los valores de memoria, verdad, justicia y reparación.
«En el caso argentino la decisión de toda la comunidad de derechos humanos de darle prioridad al valor Justicia, nos trajo también altas dosis de verdad. A partir del activismo que veo más animado en España a partir de aportes artísticos, a partir del involucramiento de las nuevas generaciones, de los nietos y nietas que no tienen ningún compromiso en los sucesos ocurridos hasta el año 75, quizás esta historia aún no está terminada”.
Y para concluir dejó abierto un interrogante: “¿Qué sucedería si otro juez valiente y desde los derechos humanos en España, decidiera recoger el estandarte que dejó Garzón y volviera a levantarlo? Quizás va a estar acompañado por una movilización social nacional e internacional que permita abrir la fisura en ese dique”.
Finalmente fue el turno de la cronista, María Delgado, investigadora de Staging Difficult Pasts, quien leyó algunos fragmentos de su crónica, la que luego será compartida en nuestras redes: “Al ver la película realizada para la visita de hoy, queda conmigo la importancia del acto de escuchar. Todas las personas que aparecen en la película están dando o escuchando testimonios. El testimonio como algo que necesita ser pronunciado, atendido, transmitido. El testimonio como reconocimiento. El recuerdo de la lucha tiene que ser transmitido. Recordar es mi responsabilidad porque mi padre y mi tía ya no están aquí. El acto de recordar se convierte en un acto de resistencia. Un acto de compromiso, sostenido en el cuerpo. El Pan y la sal nos habla de un pasado que por muchos años no se pudo nombrar. Brinda un espacio para escuchar con cuidado y empatía. Permite que el testimonio circule una y otra vez en un espacio, un escenario donde las deficiencias judiciales pueden ser corregidas. El tribunal supremo pudo haber tratado de cerrar el diálogo, pero el testimonio se escucha nuevamente en el escenario de la película y exige justicia”.