En el edificio del Casino de Oficiales, donde hoy está el Museo de la ESMA, funcionó un Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio. Según datos de organismos de Derechos Humanos, durante la última dictadura en ese sitio hubo “cerca de 5000 detenidos-desaparecidos, que en su mayoría fueron arrojados vivos al mar”. Recorrer el Museo, incluyendo los terroríficos espacios conocidos como “capucha” y “capuchita”, donde se mantenía a los detenidos y nacieron niños en cautiverio, es una experiencia que deja una huella indeleble. Por eso, asegurar su preservación es fundamental.
En ese sentido, el Museo Sitio de Memoria ESMA está cumpliendo con la agenda de Unesco para avanzar en una declaración definitiva del espacio como parte del Patrimonio Mundial, más conocido como el Patrimonio del Nunca Más, cuya lista tentativa ya integra. Ese es el objetivo de las jornadas que este jueves tuvieron lugar en predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada, convertido ya en un lugar de reflexión sobre los hechos de tortura y crímenes de lesa humanidad que allí tuvieron lugar.
No es tarea sencilla integrar una nómina tan apretada a nivel mundial. La primera en abrir la Lista de Patrimonio Mundial o Patrimonio del Nunca Más fue la Isla de Gorée, en 1978, como testimonio del desgarrador tráfico de esclavos que, a estas alturas, comprendemos como una de las grandes tragedias de la humanidad. En 2017 la Unesco aceptó incluir, junto con Gorée, el Muelle de Valongo, en Río de Janeiro, pues era el punto de llegada de los esclavos procedentes de África. Así quedó demarcada la llamada “ruta del esclavo”, un trabajo muy interesante realizado por Haití.
En 1979, la lista se amplió con la inclusión del campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, ubicado en territorio polaco, un símbolo poderoso de la crueldad humana y representativo de crímenes contra la Humanidad. No pocas fueron las discusiones en el Comité de Patrimonio Mundial sobre el impacto social de la incorporación de sitios a los que el imaginario universal confiere valores negativos, zanjados con una explicación simple: la memoria se nutre tanto de éstos como de valores positivos.
Genbaku Dome (Memorial de la Paz), en Hiroshima, ocupó la tercera declaración de Patrimonio Mundial en 1996. Le costó largos debates a Japón la inclusión del sitio debido a la resistencia de China y Estados Unidos, lo que finalmente ha quedado zanjado con la visita del ex presidente Barack Obama, en 2016. La bomba atómica sobre Hiroshima fue un antes y un después en la Historia del siglo XX.
En 1999 fue el turno de Robben Island. La isla donde Nelson Mandela fue el prisionero 466/64 durante diecisiete años. El espacio ingresó a la Lista de Patrimonio Mundial con un consenso indiscutido. Y en 2005 la nómina creció con la incorporación del Barrio del Puente Viejo, en el bello centro histórico de Mostar, Bosnia Herzegovina, uno de los tres países que resultó de la guerra de los Balcanes. Destruido en 1993 fue reconstruido tal y como era en 2004.
A esa lista aspira entrar el Museo de la ESMA y para ello ha constituido un comité que está concluyendo la parte técnica de la propuesta y avanza sobre las acciones que vinculen al sitio con la comunidad en su sentido más amplio.
En diálogo con Clarín, la directora del Museo ESMA, Alejandra Naftal, contó detalles de las actividades que, en el marco del Plan de Trabajo Unesco, se desarrollan para sensibilizar y concientizar a la sociedad.
Las jornadas, que tienen como punto saliente la charla magistral de la consultora internacional Maider Maraña -que coordina la Cátedra Unesco de Paisajes Culturales y Patrimonio de la Universidad del País Vasco, España- procuran sensibilizar sobre la importancia de la candidatura del Museo ESMA como un espacio de reflexión sobre los hechos allí ocurridos y como garantía de no repetición.
En noviembre, la Red de Mercociudades, de la que forma parte la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), dio un apoyo concreto a la postulación. Fueron 349 ciudades de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela, Chile, Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia. La declaración puso de relieve que “la paz es un valor que sostiene el desarrollo de las naciones, de las ciudades y de los territorios donde se arraiga la convivencia y el diálogo social”.
Naftal subraya que Maraña, es una especialista en turismo en sitios de memoria. Unesco acuñó el término “turismo ético” para espacios donde han acontecido graves hechos contra los Derechos Humanos. “Es un tema muy delicado pero inevitable, y tiene que ver con la identidad de cada país”, comenta la directora.
Este año, el Museo se propuso debatir el tema de los públicos en los sitios de memoria. “Creemos que el turismo ético tiene un efecto, pero nosotros tenemos que discutir qué significa eso para nuestra identidad y qué tipo de audiencias acuden, qué diversidad de visitantes vienen”, reflexiona Naftal.
Como parte de estas actividades, se inauguró una instalación de un joven de 21 años, Ezequiel Yrurtia, titulada La gorda Silvia (mi abuela). “Es la tercera generación, y a través de documentos y testimonios, este joven reconstruye la historia de su abuela y brinda un relato que es el de los nietos de desaparecidos, no los nietos de las Abuelas de Plaza de Mayo”, explica Naftal. También se presentará este viernes el libro El silencio. Postales de La Perla, de Ana Iliovich, sobreviviente de ese campo de detención en Córdoba.
Al debate sobre turismo ético en sitios de memoria acudieron Ana Pecoraro, de El Faro de Mar del Plata; Leo Fossati, de la ex Comisaría 5° de La Plata; Emiliano Fessia, de La Perla, y Lucas Rentero, director de Eternautas, una organización que realiza turismo cultural en el exterior.
Las actividades incluyeron también la presentación de los subtitulados al inglés de las instalaciones audiovisuales permanentes del Museo y la firma de un convenio con el Instituto Auschwitz, que financió el proyecto.
El Museo de la ESMA, cuenta Naftal, está cumpliendo con las recomendaciones de la Unesco tendientes a agilizar el trámite que la pase de la lista tentativa a la definitiva. Señala que el expediente técnico está listo: la historia del lugar, los planos y la gestión de lo que será un sitio protegido por Unesco. La declaración de un sitio de memoria como parte del Patrimonio Mundial obliga al Museo a un compromiso: demostrar que se compromete con la conservación de las instalaciones donde se ubica el espacio por incluir en la Lista Mundial.
El compromiso de Naftal es que la comunidad se vincule con el sitio de memoria. “Es una tarea pendiente para nosotros lograr que este sitio entre en un circuito turístico, donde el público también vaya a visitar La Boca, coma un asado en el campo y también venga acá. Que un lugar como este sea declarado Patrimonio Mundial es un reconocimiento del Estado argentino de que en la ESMA se torturó y se mató gente”, señala la directora.
El relevamiento de los centros clandestinos en todo el país arroja una cifra superior a 700. El folleto que presenta al Museo de la ESMA como sitio de memoria explica brevemente su historia y concluye: “Aquí, en la ESMA, se produjo un crimen contra la humanidad”.
Los pasos a seguir
El 9 de diciembre de 2015 el gobierno argentino elevó a la Conaplu (Comisión Nacional Argentina de Cooperación con la Unesco) la postulación de la ESMA como sitio de memoria. En 2016 la Conaplu envió esa propuesta al embajador argentino en Unesco, París. Y allí el espacio ingresó a la lista tentativa para Patrimonio Mundial.
En esa oportunidad, el Museo de la ESMA presentó un proyecto de trabajo. El año próximo, el expediente técnico podría ingresar a Unesco. Lo que aún falta es tender el puente entre el sitio con la sociedad civil.
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